Hablar del Sr. Bernardo Reyes Zavala es evocar la historia de un hombre que, con esfuerzo y voluntad, fue labrando su propio camino, dejando tras de sí un legado eterno que perdurará en el tiempo. Don Bernardo abrió los ojos al mundo en 1948, y casi siete décadas después, los cerraría, no sin antes, haber dejado escrita una historia de lucha y éxito. Su travesía comenzó a la edad de 16 años, cuando con tan solo un tractor rentado, trabajaba en tierras ajenas. No obstante, sería su dedicación incansable y su esfuerzo constante, lo que marcaron el rumbo de su vida, permitiéndole adquirir su primer tractor y un pequeño terreno donde dio sus primeros pasos como agricultor de algodón. Esto último, es la señal de que las circunstancias en las que nos desarrollamos, no determinando en su totalidad nuestra vida. Siempre tenemos la oportunidad de construir y forjar un nuevo sendero. 

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Con el paso de los años, la vida le recompensó su empeño; su economía floreció, y con ella, su capacidad para expandir sus tierras y su maquinaria. Es así como don Bernardo, dejó de solo cultivar algodón, sino que se aventuró también en la siembra de maíz, ajonjolí y soya. Su última cosecha llegó en diciembre de 2016, el mismo año en que dejó este mundo. Pero su partida no fue el fin, sino el inicio de un legado invaluable. Gracias a su trabajo, tenacidad y disciplina, pudo compartir con sus hijas, Yadira y Rocío Reyes, los frutos de todo su esfuerzo. En su honor, ellas emprendieron un proyecto conmemorativo para preservar la memoria de su padre y el impacto profundo que dejó tanto en sus vidas como en su comunidad, manteniendo viva la huella de un hombre que transformó la tierra con sus manos pero, que sobretodo, construyó una gran vida por su inteligencia y su gran corazón.